Las Navidades son unas fechas horribles si nos proponemos perder peso. Están plagadas de festividades que tienen como costumbre comer/beber en familia. Desde el punto de vista humano y lúdico, son unas fiestas bonitas pero nuestra composición corporal no entiende de ésto.

Tras varias semanas de comilonas navideñas con la familia y amigos, es complicado mantener la dieta. Además de que consumimos unas cantidades de calorías notablemente superior de la media, perdemos algo fundamental: el hábito. Casi es más problemático para aquellos que llevamos un ritmo regular de comidas la pérdida del hábito alimenticio que las ingestas puntuales elevadas.

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